Eph 6:6 “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios”

Dentro de su plan de salvación, Dios tiene una meta para cada uno de sus hijos. El quiere usar a aquellos que han pasado de la esclavitud del pecado, enemistad y la condenación a ser sus hijos, amigos y siervos para seguir mostrando su Gloria aquí en la tierra.

Por esto es que Dios espera un fruto o reflejo de sus atributos en la vida regenerada de sus hijos. A los ojos de otras personas esto es llamado: testimonio. Aquel que ha nacido de nuevo, que ha sido renovado y restaurado espiritualmente también tiene un nuevo propósito en la vida, tiene una nueva mente y una nueva meta.

Pablo fue muy claro a la iglesia carnal de los Corintios cuando les dijo: “.. de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Pero ya que un Dios santo, perfecto e inmutable nos demanda santidad para imitarle, los creyentes podemos llegar al punto de vivir por el testimonio.

No me mal interpreten, el testimonio es importante, el tropiezo también, pero realmente ¿es la primera razón por la que debemos ser santos? Nuestro amor por el Señor es lo que debe motivarnos a hacer TODO para Su gloria. Aquel que agrada al Señor no tendrá que preocuparse por lo que la gente vea, pues verán lo correcto. Aquel que se preocupa primero por testimonio, solo pensará en lo que otros ven y al final, será una vida religiosa. Agradar al Señor es algo voluntario, que sale del corazón y del agradecimiento por lo que Dios ha hecho por mí a través de Jesucristo.

Dios espera fruto de sus hijos, que a ojos de otros es testimonio y en nuestra Vida es deseo de agradarle voluntariamente.