Recientemente escuchamos una misionera de Haití que estaba presente cuando pasó el terremoto. Algo que me impactó fue escuchar su testimonio: “no podía dormir porque las réplicas eran muy fuertes y mientras escuchaba los ruídos y las voces de las personas gritando toda la noche, dije Dios ten misericordia y fue cuando Dios mismo respondió a mi corazón diciendo
: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. La misionera se preguntaba de donde había venido esa frase porque no recordaba haber memorizado esa porción. Y otra vez venía a su corazón las mismas palabras. Hasta que pudo encontrar el pasaje del versículo en 2 Corintios 1:3. Estos son versículos que no queremos leer en nuestra Biblia cuando hay momentos de mucho dolor. Pero es que nuestros deseos y nuestros sentimientos son engañosos porque así es nuestro corazón. Lo que parece un dolor y angustia fuerte, como humanos, creemos que no podrá sanar, que no debimos pasar por esto, o que no sobrepasaremos esa situación. En los primeros versículos de 2 a los Corintios Dios nos recuerda a través de Pablo quien es aquel que puede sanar el corazón del hombre. Una de las razones de nuestra alabanza y honra a Dios es por su misericordia y por ser el Padre de TODA consolación. No hay nada tan fuerte, tan angustioso ni tan exclusivo que nuestro Dios no pueda consolar.
De todas las pruebas, problemas, y tribulaciones, nuestro Dios soberano, misericordioso y clemente tiene todas las maneras para consolar nuestros corazones.