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"Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti"
Juan 17:1
Jesús estaba en su oración antes de terminar su obra (muerte, sepultura, resurrección). Era una oración preparatoria para la mayor misión, la muerte sustituta por los pecadores, y después la gloriosa resurrección de entre los muertos.
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“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”
Juan 17:5
¡Qué argumento tan profundo y poderoso ora el Señor Jesús al Padre! Con miras al sacrificio de la cruz, nuestro Señor dice “glorifícame al lado tuyo”. La unidad perfecta con el Padre le lleva a decir estas palabras. Como vimos anteriormente, Jesús cumplió todo el propósito del Padre, no solo completamente, sino conforme a su carácter, a su santidad y su luz.
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Romanos 12:11 “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”
Que maravilloso pasaje nos motiva a hacer la voluntad de Dios. Lo primero que nos enseña es que:
1) Tengamos prioridades. Cuando estábamos sin Cristo ignorábamos las cosas de Dios y aún no podíamos ver ni entender que invertimos en las cosas eternas.
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Juan 17:2 “como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.”
El Hijo tiene el poder para dar vida eterna, a los que el Padre le dio. Como seres humanos, estamos vivos por la misericordia de Dios, pero aunque tenemos ese aliento de vida que nos permite caminar, respirar, pensar y decidir; hay una realidad espiritual de muerte. Según la enseñanza Bíblica hay vivos físicamente que están muertos espiritualmente.