"Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti"

Juan 17:1

Jesús estaba en su oración antes de terminar su obra (muerte, sepultura, resurrección). Era una oración preparatoria para la mayor misión, la muerte sustituta por los pecadores, y después la gloriosa resurrección de entre los muertos.

Humanamente, era una oración crucial, final y de emociones encontradas por la tristeza y copa amarga que Jesús había de tomar, pero también estaba presente el gozo, la obediencia y la victoria de su meta.

Así debe ser nuestra oración y vida como hijos de Dios. Saber que debemos orar en todo tiempo, también en momentos difíciles, como se avecinaba para Jesús en ese momento. Pedir la fortaleza y sabiduría que de seguro recibiremos para toda circunstancia, decisión o proyecto. Jesús oraba por realidad de su perfecta unidad con el Padre  y nosotros debemos orar por necesidad de hacer la voluntad del Padre. Tenemos el recurso de oración como privilegio, pero también como la única opción para pedir la gracia necesaria en el diario vivir.

Otra realidad que podemos aprender de la introducción de la oración de Jesús es a decir: “Señor, glorifícate en mi vida”. Jesús clamaba que su obra fuera exitosa, de agrado, de victoria, de exaltación a su Padre. Aunque la obra de Jesús era la inigualable y perfecta salvación que sería consumada, el propósito de nosotros debe ser el mismo: hacer todo para la gloria De Dios. ¡Qué fácil es para nosotros entretenernos, hacer un proyecto deseado, brincar muros, mares y obstáculos para cumplir con metas personales, pero el mayor reto es que estas cosas puedan dar gloria a Dios!

Por eso, lo primero que aprendemos de este pasaje es a humillarnos delante De Dios, recordando que si ya no vivo yo, más vive Cristo en mí, se debe mostrar en el andar de mi vida. No estamos aquí para solo vivir, sino para vivir y agradar a Dios. Fuimos creados por Dios y el dueño nos ha dado propósitos para dar gloria a su nombre, en todo lo que hacemos. Así que una cosa es hacer algo, otra cosa es hacerlo para la gloria De Dios y allí es donde debemos estar. 

Que nuestras decisiones, pasos, proyectos, en la familia, trabajo, escuela, barrio y sociedad, sean llevados en oración y movidos por la convicción de saber si llevará gloria al nombre, carácter y obra de Dios