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“Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado.”

Proverbios 18:10

El nombre de un Dios Santo, Sublime, Todopoderoso es difícil de describir. Cada nombre que se menciona en la Palabra de Dios muestra un atributo de su carácter pleno, eterno y sobrenatural. Para los Judíos, un nombre describía completamente la identidad, trataba de mostrar todas las cualidades específicas y únicas de esa persona.

Aquí nos dice que ese nombre es “torre fuerte”. La torre era muy usada por las ciudades antiguas. Las torres eran utilizadas con una altura mayor a todo lo demás, a las murallas, a los pobladores. Para la torre como atalaya, se turnaban unos guardas para observar más allá de los demás y advertir ante cualquier enemigo, evento, o cosa que se acercaba a la ciudad.

Jehová, el nombre compuesto de las consonantes YHWH y las vocales de Adonai, insertadas por los Masoretas, se pueden atribuir a Jesucristo, ya que confesándole como Adonai o Señor, un pecador es salvo, reconociendo que Él es Dios y Salvador. El nombre de nuestro Señor es torre fuerte porque tiene un nombre sobre todo nombre, dado por el Padre por ser el sacrificio perfecto que satisfizo  su justicia para nuestra salvación. El nombre es también sublime, por su santidad y poder. Describe un Dios que tiene Todo poder, nada es imposible para Él. Podemos acudir en cualquier momento y tiene gracia, victoria y sabiduría para que enfrentemos toda circunstancia. Su nombre elevado, nos recuerda que él ve más allá de nosotros para guiarnos.

También nos habla del justo, el hijo de Dios, quien fue así declarado por la fe en Jesús (Romanos 5:1). Este nombre se extiende también a su vida de obediencia y confianza en su Dios.  Él tiene el privilegio de correr a aquel que le salvó de su condenación y tiene poder para todo. Este es el creyente que está acostumbrado a echar sus cargas, a clamar la misericordia, llorar y rendirse a aquel que siempre le ayuda, que tiene el poder y es Dios amoroso.

Por último, lo que experimenta el que corre a Jehová es que es levantado. No importa las veces que se caiga, Dios tiene el poder de levantar. El enemigo nos quiere ver caídos, y no quiere que confiemos en Dios porque conoce de su poder. La mano de Jesús      es tan misericordiosa que al que viene no le echa fuera. Aunque el pozo tenga mucha profundidad, las cuerdas de su gracia son más largas para alcanzarte y sacarte de allí.

Corramos hoy a Dios porque Él salva. No hay lodo tan sucio, pozo tan hondo, ola tan grande, montaña tan terrible y angustia tan profunda que Dios no tenga el poder para rescatar, su Espíritu fortalece y consuela, su Palabra anima y transforma, su amor sana y llena. El que está más alto levanta a los que están caídos, porque corrió hacia Él, el justo sabe que su Dios le responderá y poder saldrá de su mano.