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Tito 1:2 “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos”

Nuestro Dios es Fiel. Él promete y cumple. La Palabra nos dice en Josué 21:45 que “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió”. De muchas promesas que tenemos del Señor, la más importante que prometió fue esta palabra a Abraham que en su descendencia iban a ser benditas todas la naciones. Esta promesa se cumplió con la venida de su Ungido, el Mesías, El Cristo, Jesús.

Dios envió a su Hijo, para salvar al mundo de sus pecados, siendo este justo, quien se entregó por nosotros lo injustos, para que confiando en Él, podamos ser salvos, justificados, limpios. Dios se hizo hombre, para llevar a cabo su misión que completó en la cruz, muriendo y resucitando al tercer día venciendo así la muerte, el mundo y al pecado. Dios prometió y cumplió. Por esto, hoy todo el mundo puede experimentar paz con Dios, salvación de sus pecados, bendición de un Salvador que vino desde esa promesa hecha a Abraham, a su pueblo Israel y que se ha extendido a todo aquel que cree en el sacrificio perfecto de Jesús. El apóstol Pedro, por eso también se emociona en sus palabras diciendo: “que nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.

Dios ha prometido salvación, y santidad, ser Su pueblo que viva en Su voluntad por sus propias promesas. Pueblo de Dios, muchas veces olvidamos que si Dios prometió un Salvador y cumplió, también nos ha dado promesas para vivir para Él y ser santos para Él. Esto no es por nosotros prometerle a Dios que seremos fieles en un nuevo año, porque nosotros sí que somos infieles, desleales e inconstantes. Esta fidelidad es por lo que Él ha dicho, por empezar la obra en nosotros que la terminará en el día de su Hijo Cristo. Sí hay mandatos que Dios nos ha dado para obedecer y no pensar dos veces, pero en la ejecución de esos mandamientos, allí es donde debemos recordar, clamar, humillarnos y pedir a Dios que por su Espíritu nos ayude a obedecerle a mantenernos firmes y nos de su poder para agradarle. Esto es lo que se llama vivir por gracia. Sabiendo que por nosotros mismos no es posible, pero sí por sus promesas. Nuestra parte es escucharle, es buscarle y pedirle en oración que plasme lo que conocimos de Él, en su Palabra. Y así, Él ha prometido transformación, santidad, y cualidades de su Hijo por su Espíritu que mora en nosotros.

¡Cuántas cosas nos ha prometido nuestro Dios! Un Salvador, bendiciones, gozo, y también santidad. Dale gracias a Dios por Su fidelidad. Nuestra salvación fue iniciada por Él, entonces la victoria de caminar delante de Él no viene por lo que somos y podemos hacer, sino por lo que Cristo es, ha hecho y hará en nosotros. Cristiano, toma resoluciones, reta tu vida espiritual con la Palabra de Dios, pero vive por gracia sabiendo que tu fidelidad depende de las promesas fieles de Dios para ti. Es la única forma de vivir con gozo a pesar de nuestras debilidades, de dependencia total de su poder en nosotros y así crecer, y ser fieles al Señor.